Había una vez un niño que su mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo a la luna, pero tenía tan poco dinero, que no podía comprar uno.
Un día se encontró una caja con un cohete, pero al abrirla solo había un cohete roto.
El niño se puso triste, pero por fin tenía un cohete.
Juanito preparó la lanzadera con dibujos y papel albal, lo pintó con acuarelas, parecía una estación espacial de verdad.
Todos los días jugaba con su cohete. Un día Pedro fue a casa de Juanito a jugar y cuando vio su cohete con sus adornos Pedro le dijo que se lo cambiaba por su cohete auténtico.
Juanito muy contento se lo cambió. Al poco tiempo echaba de menos su cohete, con sus dibujos de papel albal y las acuarelas.
Entonces se dio cuenta que se sentía mejor jugando con los juguetes que construía con sus manos.
Cuando creció fue el mejor juguetero del mundo.
Fin